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miércoles, 6 de noviembre de 2013

tiempo.

Yo quería un punto y final después de nuestro paréntesis.

Creía que lo tenía muy claro y que era imposible que me hicieras cambiar de opinión. Que me hubiera gustado gustarte como te gustan sus ojos. O conseguir temblarte por dentro como te tiembla el mundo cuando ella pasea su cintura por ahí.

A lo mejor no soy capaz de descolocarte tanto el presente, porque quizás las cosas fáciles tienen menos encanto a la hora de jugar.

Pero tú ya jugaste conmigo y me dejaste en mitad de febrero sin buenas noches. 
Ahora no me ilusiono, aunque he de admitir que tenemos dos corazones descosidos a medida. Que sigues teniendo ese nosequé que hace que confíe en ti noseporqué y noséporcuántotiempo.

Pero también me di cuenta de que eras pretéritamente imperfecto, como el verbo besar en la primera persona del plural.

Que también tienes historias de contrabandos y amores diferidos. Pero que amanecer contigo es pretéritamente perfecto, como la lluvia que golpea tu coche mientras nos besamos borrosos, pero conscientes.

Que después de un paréntesis, escribir otro párrafo, también es bonito.
Que el tiempo es el que pasa y el que sabe, y a veces, también el que decide.

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