Páginas

jueves, 28 de noviembre de 2013

lo hicimos mal, como el invierno con las rosas.

Que podría romperme sin dejar de sonreír. Y también no pedirte que te quedes, aún sin saber cómo seguir si te vas. Podría tropezar a cada paso, estando en el mismo lugar. Y curarme lo suficiente para que sin dejar de doler no me sangren las heridas. Puedo mentirme, pero no creerme. Te diré que todo va bien, pero luego me callaré la tormenta y el naufragio. Me ahorré el cambio de tus gustos por mis manías, y me diré al verte con alguien, simplemente, que no estás conmigo, porque duele más pensar que te están abrazando otros brazos que pensar que no estás con nadie. En qué momento sumar los errores se convirtió en restar la distancia. No sé cómo terminamos siendo distintas esquinas de una misma calle, llena de todas esas veces que no pudimos mirarnos a los ojos. Lo hicimos mal, como el invierno con las rosas. O como las segundas partes que nunca fueron buenas. Y es que cómo acabar cuando aún todo parecía el comienzo. Cómo despedirse en la antesala de un orgasmo. Cómo decir adiós, en lugar de morderte la boca. Es tan difícil retirarse a tiempo de la partida, recoger la ropa antes de que la moje la lluvia, huir de la catástrofe, sobrevivir cuando ya me habías disparado. Es una pena, pero me gustaría que para llegar a la superficie no tuviésemos que tocar antes el fondo, y darnos cuenta entonces de lo lejos que estamos de volver a estar cerca de alguien. Porque en realidad la distancia nunca fue otra cosa que no saber cómo acercarme, ya dolido del contacto, de tantos cuerpos y de todos aquellos portazos, banda sonora de no sé cuántos insomnios. He perdido la cuenta.No me preguntes a dónde voy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario