Porque me voy queriendo quedarme, pero hemos llegado a un punto en el que es marcharme o morir.
Esperarte o la felicidad, porque en el fondo sé que nunca volverás, si es que algún día ya no lo sé, estuviste.
Y el reloj empieza a marcar demasiado tarde,sea la hora que sea.
"Tic-tac-tic-tac, suena como un disparo."
Adivina quién muere en estas noches: demasiado frías en invierno, demasiado calurosas en verano, pero siempre demasiado solitarias. Demasiado.
Y me acostumbro a eso, a mirar las estrellas de madrugada hasta perder todas las nociones que me quedan. Me siento junto a la ventana, me enciendo un cigarro, escucho canciones de amor y tarareo tu nombre hasta que deja de tener sentido.
"Hubiese sido bonito." O al menos sano que hubiese dejado de tenerlo para siempre, pero no, a la mañana siguiente estoy tan herida en mi propia necesidad de estar contigo, como siempre lo he estado.
Ya sabes, recuerdo que un día te lo dije, que no se me da bien olvidarme de las personas. Y miro tu última conexión en WhatsApp con la esperanza de comprobar que hace días que no te conectas y que aún no has leído las últimas palabras que te escribí.
Eran falsas esperanzas claro. Falsas, como todo lo demás.
Como todo eso que nos dijimos, o que, haciéndole justicia, fingimos decir con una mano en el corazón y apuñalándonos por la espalda con la otra.
No supimos hacerlo mejor, supongo.
Pero ya sabes que no nos culpo, ni a ti ni a mí, simplemente fuimos una desviación en la autopista de la vida. No hay más. Y no habrá menos.
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