Se me enfría el café esperándote.
Ya no vienes nunca a desayunar, te despiertas demasiado tarde, y en otra cama. Y nunca llamas.
Habrás olvidado que un día me dijiste que nunca te irías. Lo habrás olvidado. Alzheimer sentimental, supongo.
Y creo que me he vuelto a intoxicar de esperanza. Apenas puedo estar una hora sin creer que has llamado a la puerta. Escucho el timbre cuando suena el silencio. A veces es el cartero, pero no trae ninguna carta tuya, sólo notificaciones de embargo.
Que se lo lleven todo. Que se lo lleven todo, y que vuelvas tú.
Pero vuelve pronto, antes de que también se lleve septiembre, las pocas ganas que tengo de dormir sola por las noches.
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